Your browser (Internet Explorer 7 or lower) is out of date. It has known security flaws and may not display all features of this and other websites. Learn how to update your browser.

X

Navigate

Borwin MithrilHammer (3ª parte)

Hizo juramento, habló con su padre y su hermano y empezó su andadura... no sin antes ser obsequiado por Telchar con unas botas enanas diseñadas para él:

- Aquí está lo recio del enano, muchacho, para que te acuerdes de este viejo allá donde nuestro dios te lleve. Recuerda que esta siempre será tu casa.
 
Después de varios años en los que había ayudado a los necesitados librando de un gigante que se dedicaba a comerse a los incautos que se acercaban a un paso de montaña que unía dos importantes ciudades; impidiendo en la siguiente ciudad un golpe de estado desenmascarando un complot y limando las asperezas entre dos familias encontradas por culpa de los instigadores, ayudando en el siguiente reino enano a eliminar una plaga de arácnidos drows que se habían colado por donde no debían, y siguiendo con varias aventuras más llegó a una tierra lejana donde conoció a un caballero, un paladín que era algo más que un paladín.
 
Boldwin estaba adentrándose en un valle cuando fue emboscado por unos shamanes de dragón negro. En un combate que parecía perdido de antemano tuvo la suerte de acabar con uno de los dos shamanes, pero eso le dejó en desventaja con el segundo que le atacó por el costado dejándole sin aliento, para dejarle inconsciente. Cuando se despertó estaba atado de pies y manos y tenía en frente al shaman, que había esperado a que se recobrase Boldwin para poder llevarlo a una cueva en la que empezaría un ritual siniestro. Pero tuvo suerte, justo cuando el shamán iba a comenzar el ritual apareció un hombre sin armadura, con una capa con capucha que le cubría el rostro y una espada larga. Al comenzar el shamán el ritual entró en trance y no se dio cuenta que el tipo se acercó a donde estaba atado Boldwin y le cortó las ataduras. Entonces le dio la espada y se dio la vuelta para enfrentarse al shamán. Boldwin pensó que aquel hombre era un loco y que no iba a tener posibilidad con un ser que tenía por piel escamas de dragón, y que tenía algún poder más que le había otorgado su pérfido amo.
Sin embargo, nada más lejos de la realidad. Los puños de su salvador eran más potentes de lo que era su simple espada. El shamán cayó.  Fue entonces, en agradecimiento, cuando le dijo que estaba en deuda con él y que en compensación le ayudaría en lo que quisiera mientras el dios Hieroneous no le llamara. Que se quedaría con él para ayudarle. El hombre, que resultó ser de piel amarilla le dijo en un común con acento peculiar que había sido enviado por su dios Bahamut a este lugar para salvarle e instruirle en el camino del kensai. Boldwin no sabía que hacer pues era fiel a su dios, pero no quería romper el juramento que, en un momento de extremo alivio y alegría, había realizado al haber sido liberado del terrible ritual al que iba a ser condenado. Así que rezó fervorosamente para pedir consejo a Hieroneous y éste le dijo que estaba al tanto y que contaba con su beneplácito, que los dos (Hieroneous y Bahamut) querían que aprendiera el kensai, y que el juramento de servir a Qin-s'he no alteraba en nada el que tenía para con él. Agradecido, fue a Qin-s'he y aceptó de buen grado. A partir de entonces comenzó a identificarse aún más con la espada y el puño, el ki y la concentración, a buscar el equilibrio que le faltó en el combate contra los dos shamanes para haber conseguido la victoria. Desde entonces se hicieron inseparables. Fueron por doquier y, el que es Paladín, se hizo también pupilo o escudero de Qin-s'he, y éste le enseñó con los años a dominar el "camino del kensai". Poco antes de terminar de instruirle en el último grado, los acontecimientos hicieron que tuvieran que cambiar los planes. Qin-s'he recibió un mensaje de que debía volver inmediatamente a su hogar y así lo hizo. Cuando Boldwin y Qin-s'he llegaron a la inmensa ciudad que era su hogar, vio sorprendido como todo el mundo se apartaba de ellos y se postraba. Más de una hora después llegaron a palacio. Boldwin no le preguntó nada puesto que Qin-s'he no había abierto la boca desde antes de entrar a la ciudad, y sólo cuando entraron a palacio habló.
- Sí, soy el Siervo de estas tierras, o como lo llamáis vosotros, el Rey. Cuando Bahamut me llamó sabía que tenía que obedecerle y me marché dejando las obligaciones a mi hermano. Pero éste ha muerto y no he tenido más opción que volver. Esta última etapa de tu instrucción tendrás que hacerla solo, pero será la más dura y peligrosa, pues deberás marchar al reino de donde procedes y cumplir con la misión que te encomiendo. Ayudarás, como yo te he ayudado a ti, a todo aquel que luche contra los shamanes de dragones malignos que encuentres y, sobre todo, contra el dragón negro que está a punto de desestabilizar el futuro de toda aquella región, y posiblemente, del mundo. Una vez que lo hayas logrado, tendrás que traer algo de su guarida, algo que fue robado y hemos de custodiar. Sabrás lo que es cuando llegue la hora. Pero antes de marcharte, necesitas actualizar tu equipo. Te entrego el cinturón de Khan-Lo, que proporciona fuerza asombrosa; y la capa y la presea del carismático y sabio Man-Kao. Además, tienes que hacerte una espada digna de ti.
- Lo haré, pero en casa. Allí tengo mis herramientas, mi fragua y la tranquilidad que necesito para hacerla. Además, ahí una veta de mineral que es de donde quiero sacar las cargas necesarias para fabricarla.
- Está bien, pero no tardes mucho, que el tiempo apremia. Aún somos fuertes pues aún no ha encontrado los huevos de dragón que anda buscando, pero se está acercando peligrosamente al lugar, no debe tardar mucho y eso no es bueno.
- Sea pues, partiré hoy mismo. Gracias por todo, Qin-s'he, volveremos a vernos.
 
Después de un veloz regreso gracias a su corcel Mu'el, llegó a su querido "Cuerno", como a él le gustaba llamar. Poco antes de llegar vió a otro caballero acercarse. Le resultaba vagamente familiar pero no se dio cuenta hasta que el otro corcel se detuvo enfrente y el jinete le dijo:
- Llevo demasiados años soñando con este momento. Hoy es el día más feliz de mi vida, hermano.
 
Nam y Borwin terminaron el viaje de vuelta tranquilamente hablando y poniéndose al día. Hoy Nam pasaría la noche en vigilia para al día siguiente hacer el juramento y convertirse en paladín. Había deseado que asistiera su hermano y, los dioses escucharon su plegaria. Al día siguiente, delante de su padre y su hermano, Nam hizo su juramento y Borwin le entregó los guantes de la destreza de Alhana Shaldare. Entonces Nam se marchó a una misión que le encomendó su dios.
 
Borwin se metió en la mina y extrajo mineral de la veta que quería de adamantita. Y luego se fue a la forja y estuvo varias semanas ahí metido, hasta que finalmente salió con su espada, la espada que él había forjado. Después, descansó y meditó, imbuyendo a la espada de su esencia, para hacerla una con él.
 
En ese tiempo volvió Nam de su misión. Parecía serio y no traía buenas nuevas. Él había completado su misión pero de regreso vio como una banshee mataba a un grupo de aventureros. No le dio tiempo a llegar para salvarles la vida, pero sí para expulsar al ser impío y a los zombis que se habían aproximado al olor de la sangre fresca. Les ató a sus respectivas monturas y los trajo a Inbargathol, donde les dio sepultura y se hizo inventario de sus pertenencias. Fue entonces cuando leyeron un diario con muy malas noticias...
 
Bolwin supo que había llegado la hora de partir y así se lo hizo saber a su familia. Nam, en su despedida le dio unos guantes:
- Quiero darte un obsequio antes de irte. Estos guantes dicen que tienen la facultad de endurecerte la piel, quizás los necesites.
- Gracias, Nam, no hacía falta
- Tranquilo, yo tengo los que me regalaste.
En esto que apareció un ayudante de Telchar y éste asintió con la cabeza.
- Cachorro, cuando te conocí supe que acabarías siendo lo que eres, y me enorgullezco. Es por eso, y sabiendo que al no ser de mi raza no eres ducho ni tienes tiempo en adquirir tales conocimientos, he mandado prerarar una armadura y un escudo que hicieran de complemento a la espada que sabía querías forjar para ti mismo. Espero que sean de gran ayuda. Que los dioses te bendigan, hijo mío.