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Historias del semikénder Tissenholf Dedoságiles (1ª parte)

En un mundo imaginario usando las reglas del Rolemaster hubo una vez un semikénder que se decidió a ir de aventuras...

Siempre quise ir de aventuras. Había leído que el lugar idóneo para comenzar una eran las tabernas, por lo que fui directo a la más concurrida de mi ciudad. Allí me senté en una mesa y me puse a observar... pero como era aburrido me decidí a pasar por las mesas. La gente de esa taberna era muy descuidada. Uno dejó perdido su zapato; otro unas monedas que el posadero le pedía a grito pelado y el decía que las había puesto encima de la mesa como siempre; otro un cristal totalmente redondo con un dibujo dentro; ... menos mal que luego las encontré y las he guardado para devolvérselas en cualquier momento que pase por allí.

Fue entonces cuando me topé con la primera de mis aventuras. Un par de campesinos discutían en una mesa entre susurros sobre un tesoro inmenso que había siguiendo las directrices del mapa.  Uno decía que debían ir y el otro decía que ni loco, que era un lugar plagado de peligros, que era tierra de orcos. El dueño del mapa decía que o iban los dos o no podría ir él sólo, que con eso ganarían lo suficiente para salir de pobres... y mucho más, a lo que le respondió el segundo "prefiero ser pobre que rico y muerto". 

Entonces, como otras muchas veces me pasaría a lo largo de mi vida, me vino mi yo humano y responsable y me decidí a ayudarles. Aunque, como casi siempre pasa con los humanos, es un Yo indeciso y no sabía cómo, por lo que mi Yo Kénder salió a su rescate. Tomé prestado el mapa y me fui raudo de aventuras a descubrir si era lo suficientemente peligroso para ellos. Nada más salir de la taberna miré el mapa y tomé el sendero. Al poco llegué a una bifurcación en la que el campesino, que sorprendentemente sabía escribir (con una pésima letra, eso sí), puso que, siguiendo al norte el camino era "largo pero seguro", y si tomaba el de la derecha "corto pero muy peligroso", por lo que la decisión era obvia, si los muchachos eran aventureros como yo tomarían el "corto pero muy peligroso". Además, me invadía la curiosidad ¿qué querrá decir el campesino con "muy peligroso"?

 Tenía que comprobarlo para saber a qué estaban dispuestos a enfrentarse ese par de dos. Así que, con el aplomo y la responsabilidad innatas en mí, marché por el camino de la derecha y llegué a un puente que cruzaba un río muy rápido y bastante ancho. En cuanto me acerqué salió una voz de ultratumba que dijo "¿quién quiere pasar?". 

Hombre, yo querer querer, como que me daba igual pasar o no, pero como soy una persona educada y no me gustan los maleducados que no se presentan como es debido y ni siquiera hacen acto de presencia, pues como que le increpé un  poquito.  

- ¿No te da vergüenza? Antes de preguntar eso tendrías que presentarte diciéndome tu nombre y hacer acto de presencia, aunque claro, si eres tan feo que asustas comprendo que no te muestres, pero aún así el decir tu nombre sería lo más decoro....

- ¿Quién quiere pasar?

- ... ¡pero serás mal educado! No te reviente la pus de la nariz no vaya a ser que se derrame el cerebro. O es que ya te reventó y es por eso que eres tan botarate y maleducado. Pero claro, viviendo aquí solito y sin nadie a los alrededores puede que te haya hecho perder las buenas formas... Ya estoy harto, como no te presentas, paso y punto. Total, si tú no tienes nombre yo soy Nadie y nadie quiere pasar - a lo que di un paso al frente como haciendo ademán de pasar y luego me oculté en unos matorrales que había a un lado y me puse a observar. 

De pronto salió del suelo una criatura que luego supe que era un golem de piedra que vigilaba el puente. Medía algo más de dos metros de largo. El tipo miró hacia adelante y no vio nada, miró hacia el puente y tampoco. Entonces miró al suelo y vio mis huellas, por lo que se dispuso a seguirlas. Yo, raudo dí una vuelta entre los matorrales deslizándome en silencio y me coloqué a su espalda por lo que el bruto dio varias vueltas en círculo por donde yo había pisado. Tan divertido me resultó que estando a la tercera vuelta completa me empecé a reír, y me lancé divertido por el puente cuando él, groseramente me quiso dar un guantazo en vez de reírse conmigo. 

No sé si fue instinto o alegría pero justo al salir del puente pegué un salto enorme y, estando en el aire, vi la mano que surgía de la tierra de un compañero del borde ese. Tan bruto como la roca de la que salió. Y este encima sin avisar. 

Como no podía darme ninguna diversión el segundo golem que no me diera el primero me marché, mientras oía a los golem decir:

- Nadie tiene que pagar por cruzar el puente. Nadie tiene que pagar por cruzar el puente. Nadie tiene que pagar por cruzar el puente.

 A lo que yo contesté: 

- Y nadie ha pagado.